Está muy de moda hablar de ilusión y de cómo re ilusionarse y hemos descuidado el aspecto opuesto que tiene tanta o más importancia que la ilusión. En efecto, hablamos de la desilusión y de cómo conseguirla.
En este artículo aportamos nuestro granito de arena para esta importante meta y ofrecemos una serie de recomendaciones para conseguir desilusionarse o desilusionar a su entorno con eficacia:
1.- Hable mucho de la crisis. Permanentemente. Cada vez que le presenten a alguien pregúntele sin ambages: ¿Cómo llevas lo de la crisis? Con esta simple introducción habrá conseguido generar un aura de pesimismo al tono general de la conversación. Si, por casualidad, su interlocutor hiciera algún comentario positivo del tipo “no me quejo” o, “por ahora no tan mal…” déjele claro que es una gota excepcional en un mar de quejas. Le habrá quitado las ganas de comentar su positiva situación.
2.- Si tiene colaboradores, rechace todo proyecto que le presenten con la razonable argumentación de que “no es el momento”. Normalmente esa expresión suele ser bastante y repetida un número suficiente de veces (es decir, cada vez que le presenten un proyecto) conseguirá en poco tiempo que sus colaboradores dejen de presentarle proyectos.
3.- Lamentablemente existen colaboradores persistentes a los que no resulta tan fácil desilusionar. Son esos que ante la expresión “no es el momento” se ilusionan pensando que puede haber un momento que sí sea el adecuado. Ante estos recalcitrantes déjeselo claro: “cuando sea el momento abordaremos otros temas más importantes” suele ser un recurso eficaz contra el ilusionado permanente.
4.- No sueñe. Ni deje soñar a sus colaboradores. Toda ilusión, toda esperanza comienza con un sueño. Recuerde a Martin Luther King (“tengo un sueño”). No querrá parecerse a él ¿verdad?
5.- Aprecie cada golpe de suerte del destino como una irrepetible y desafortunada casualidad. Conseguir el contrato del año, que la auditoría haya salido sin reparos, que se hayan tenido beneficios… son frutos de una carambola casual que no se va a volver a dar en los próximos cien años.
6.- Si alguien insistiera en temas como “lo hemos logrado”, “entre todos…”, “el esfuerzo …” o, lo más difícil de manejar, frases como: “es que somos buenos…” o “sabemos hacer nuestro trabajo…”, esfuércese al máximo en resaltar la probabilidad que había de que saliera mal y de que si ha salido así ha sido más un error, una falla de la naturaleza que el fruto de una serie lógica de acontecimientos. Deje claro que eso es algo que no va a volver a pasar y cambie tan pronto pueda de conversación. Céntrese en lo importante: aquello que va mal.
7.- Seguro que en su empresa hay muchas cosas que van mal. ¡Hable de ellas! Permanentemente, constantemente. Generalice. Extienda cada gota de ineficacia a toda la empresa. Esta sugerencia es muy potente. Quizá la más eficaz de todas. Empléela a discreción. No se coarte. A pesar de las apariencias puede surgir la ilusión en cualquier momento. Su obligación es no dejarle ningún resquicio por donde pueda brotar.
Aunque hay muchos más modos de abortar la ilusión, en principio, estas suelen ser muy eficaces y pueden ser un buen primer paso para generar la desilusión en su entorno.
De todas formas, ¡NO SE ILUSIONE! La ilusión puede surgir donde menos se espera. Esté atento y vigilante.
Iñaki Pérez
Socio-Director
Dirección y Resultados.
iperez@dir2.es
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